Al salir una fuerte ráfaga de viento
me hizo sentir el frío, especialmente en la zona del cuello. Como bufanda a
mano no tenía (igual no la hubiese usado) me cerré, inconscientemente, los
botones del cuello del buzo. Inmediatamente me di cuenta que un tiempo atrás
(me refiero a semanas), esto, a saber, cerrarme los botones del cuello del
buzo, no hubiera sido posible. Durante mucho tiempo utilicé este buzo sin uno
de sus botones, mitad por la vagancia que me daba tener que coserlo, y el resto
también. Pero un día tuve una buena (eu)
noticia (angelos) [evangelio]. Una
vez, como tantas, que le había prestado (que me había robado) mi buzo, mi
novia, cansada de verme sin el botón, se decidió a coserlo. Al ir a su casa y
enterarme lo que había hecho tuve una sensación extraña: sorpresa y alegría
coexistían en mi alma.
Hoy,
al sentirme protegido por su hermoso gesto, no hago más que reflexionar sobre
este tema. Y entre pensamiento y pensamiento, arribé a una conclusión: amar, no es otra cosa que descubrir la
ausencia de un botón en el buzo del ser amado y decidirse a cosérselo.
Hilando
un poco más fino (y no me refiero a coser el botón), de este detalle tan simple
se puede arribar a una definición, por aproximación, del verbo amar (es
importante saber que es un verbo, pero ese es tema de otra reflexión). Para
enaltecer un poco la pobreza de mi pensamiento voy a citar a Santo Tomás, él
decía: “Ubi amor, ibi oculos” (donde hay amor, allí hay ojos). Los ojos
del enamorado captan simples detalles de amor, donde el resto de las personas
ve, solamente, gestos rutinarios. Uno puede ver millones de sonrisas en la
vida, pero ninguna será un recuerdo tan nítido, y a la vez tan hermoso, como la
sonrisa del ser amado. Del mismo modo, el enamorado se da cuenta de las
“ausencias de botones” donde los demás ven, simplemente, un ojal vacío.
El
amor no es ciego, por el contrario, abre los ojos atentos a las cosas que a
otros se les escapan. Sólo el que ama observa esos detalles y ve, a través del
corazón, la necesidad del amado. No olvidemos que los ojos del enamorado son
los ojos del corazón. Y una vez vista esa necesidad va a intentar saciarla,
cubrirla, remediarla. El que ama desea ver a la persona amada lo mejor
posible, no quiere que le falte “ni un
solo botón”. Intentará, por todos los medios, “cosérselo”. Y digo por todos los
medios, porque cuando se tiene un “para qué” se soportan todos los “cómo”. No
hablo de un “para qué” utilitario, pragmático, sino de darle un sentido, y si
hay algo que da sentido a nuestra vida, eso es el amor.
Dicen por ahí que “sólo se vive el tiempo en que se ama”, y
San Agustín agrega: “hagas lo que hagas, hazlo por amor”,
aunque sea coserle el botón a un buzo (esto último lo agrego yo).
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